miércoles, 8 de octubre de 2014

Santa Sofía

Mares Jiménez Sergio Adan 

Desde la Edad de Oro de Bizancio, esta mezquita que en un tiempo fue un templo católico, es uno de los más extraordinarios edificios dentro de la historia de la arquitectura. Desempeñó un papel arquitectónico importantísimo en el Imperio Bizantino y, más tarde, como mezquita durante el Imperio Otomano.
El primer templo, levantado en Constantinopla, fue planificada por Constantino el Grande cuando tomó la decisión de hacer del cristianismo la religión oficial del Imperio Otomano. Durante el siglo V ésta primera se quemó en el año 532. Durante el imperio de Justiniano su reconstrucción fue nuevamente comenzada en el año 532, y para ello el emperador recurrió a dos arquitectos de tradición griega, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Santa Sofía es una construcción básicamente de ladrillo, solamente la cimentación y los ocho soportes que conforman los contrafuertes iniciales se construyeron mediante grandes sillares de piedra caliza. Además de las imponentes columnas con sus basamentos y capiteles, otros elementos pétreos están presentes en la construcción, como las enormes losas que constituyen las cornisas donde los mármoles tienen un espesor de 60 centímetros y una longitud de 6 metros, se trata de mármol proconésico, el mismo que conforma el pavimento.
A la entrada de la catedral y encima de la puerta principal se encuentra el más famoso de los mosaicos bizantinos, el Cristo Pantocrátor. En este edificio podemos contemplar casi sin dudarlo los mejores mosaicos del periodo bizantino, Entre ellos el de la Virgen y el Niño en la segunda planta, el de la emperatriz Zoe, del Emperador Juan II Comneno, el mosaico de la Déesis, situado en el luneto de la Puerta Imperial, y muchos otros en bastante buen estado de conservación.


La cúpula descansa sobre dos grandes medias cúpulas, una en la cabecera, hacia el este, y la otra en el lado opuesto, hacia el oeste. A su vez estas dos cúpulas descansan sobre otras dos más pequeñas y abiertas en los ángulos que logran remarcar el eje longitudinal, la primera cúpula que cubre el primer tramo, la cúpula que cubre el tramo central, la otra cúpula y el ábside en la cabecera. De este modo se configura una concepción ovalada de la planta, más móvil, y también se refuerza el sentido de centralización dadas las dimensiones de la cúpula y el efecto centralizador que crea la centralización de la luz.

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